
Estoy aquí, en silencio, simplemente observando.
Vas y vienes, ajetreado.
Tienes inquietudes.
Tienes dudas y bajones.
No mires para mí.
Yo estoy tranquilo, sereno, a lo mío.
Estoy preparando el Adviento.
Teresa me abrió los ojos a una realidad cercana en la que no había reparado:
La primera hora de Dios encarnado.
Ese gran momento en que el Rey del Universo estaba tan vulnerable como tú, como yo cuando nacimos. Nada lo podíamos por nosotros mismos.
No es que ahora podamos mucho más, pero se nos olvida, parece que ahora sí podemos, que tenemos opciones, que podemos quitarles a otros lo que tienen, incluso la calma.
No lo intentes, no te merece la pena. Halla la paz en ti mismo.
Dios no te debe nada. No tiene porqué darte nada. Ni trabajo, ni compañía, ni familia, ni clientes, ni bienestar.
Esos son objetivos tuyos. Opcionales.
Dios nos da ese átomo del Sol que permanece en nuestro corazón por un tiempo haciéndolo latir.
En ese soporte biológico anclamos, también por un tiempo, nuestra existencia.
Y los demás también somos así.
El sentido de la existencia es tan simple que se nos olvida.
Como el buzo que, deslumbrado por el esplendor de la existencia submarina, se olvida de que él está ahí de modo temporal, para hacer una tarea, para experimentar una vivencia, pero volverá a la superficie, a tierra firme. Al lugar de donde proviene y donde lo esperan.
No proyectes sobre mí tus inseguridades, ni tus temores, ni siquiera tus buenas intenciones.
Hazte cargo de tu vida. Ama a quienes tienes cerca. Empezando por ti. Acéptate. Acepta que tu idea de ser el único perfecto en un mundo perfecto, pero en el que es necesario ayudar a los demás porque no se dan cuenta de que son perfectos, es un galimatías sin sentido.
Ni siquiera creas que me dirijo a ti. En realidad me lo digo a mí mismo.
Soplando para despejar el humo que me venden a diario.
Despertando de los sueños que me atrapan cada poco.
Viviendo en el desierto de mi propia soledad.
Existiendo en el Amor de "El que no puedo evitar".
Agradeciendo a mis amigos su sentido del humor y del amor.
Para mí que me morí porque me lo tenía tan creído que se me olvidó.
Para mí que nací por el olvido de lo que me tenía creído.
Para mí que no soy yo.