
Hablan dos ancianos amigos:
- Ya sabes que hay personas que se niegan a admitir que envejecen y tratan por cualquier medio de esconder sus achaques. Mi Marigeli por ejemplo, no hay manera de convencerle de que vaya al médico para que le diagnostique la sordera que tiene.
- Tienes toda la razón. Te cuento: he leido un buen truco para hacerle ver sus discapacidades por medio de un jueguecito. Si quieres saber si tu Marigeli está empezando a quedar sorda, colócate a 10 metros de ella cuando esté de espalda y hazle una pregunta. Cuando veas que no te responde, acércate a 5 metros. Después a 2 metros y luego a un metro. Ya no le quedará más remedio que darse cuenta que está sorda.
El viejito encuentra que la idea es buena y cuando llega a casa se coloca a 10 metros de su mujer y pregunta, levantando la voz:
-Cariño, ¿qué hay de cena?
No recibe respuesta. Entonces se acerca a 5 metros y le pregunta de nuevo:
-Cariño, ¿qué hay de cena?
No recibe respuesta, por lo que decide acercarse a 2 metros:
-Mi amor, ¿qué vamos a cenar?
Nada de nada. Se acerca a un metro de ella:
-Mi vida, ¿qué vamos a cenar?
Y la esposa, se da la vuelta enfurecida y le responde:
-¡Sordo! ¡Te he dicho cuatro veces que pollo con patatas fritas!
--moraleja: a veces se ve mejor la mota en el ojo ajeno que la viga en el propio.--
tb hay otra gente que viendo las desgracias que ocurren a su alrededor cree que le tiene que tocar algo... no ha ido al médico nunca y hoy es día que acude insistentemente convencido del peor de los males... lo mejor de todo es que realmente aunque le ocurriera aquello desconocido, a lo que tanto teme... nunca lo tomaría como desgracia y seguiría pensando que nunca le ocurre nada.
ResponderEliminarjuas juas
Cierto que eso pasa. Por suerte siempre les pasa a otros. ;-)
ResponderEliminar¡Eh! ¿O no?