Nasrudin conversaba con un amigo.
- Entonces, ¿Nunca pensaste en casarte?
- Sí pensé -respondió Nasrudin. -En mi juventud, resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco, y conocí una mujer muy espiritual y linda; pero ella no sabía nada de las cosas de este mundo.
Continué viajando, y fui a Isfahan; allí encontré una mujer que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero no era bonita.
Entonces resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza bonita, religiosa, y conocedora de la realidad material.
- ¿Y por qué no te casaste con ella?
- ¡Ah, compañero mío! Lamentablemente ella también quería un hombre perfecto.
Imposible buscar la perfección en este mundo. Aún así esa es la meta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Estherpino, es una paradoja, pues tenemos el mandato -al menos algunos- que dice: "sed perfectos como vuestro padre celestial es perfecto"
ResponderEliminarQuizás la clave es esa, aspirar a la perfección, pero no con criterios mundanos sino celestes.
Gracias por tu comentario
Nasrudin siempre enseñándonos con su maravilloso sentido del humor.
ResponderEliminarBuena entrada para los egos de la entrada anterior.
Acaso la perfección no se ve en los hijos, y en los hijos de los hijos; y así en tí, Hijo.
ResponderEliminarSe agracede el blog para reflexionar.
v.
Niño abandonado por mamá y papá, eres muy afortunado.
ResponderEliminarPues sí, parece que tiene algo de relación con la canción del ego, siempre tan volcado a exigir lo que no da, y a dar lo que nadie le pide.
Gracias por tu visita. Yo también asumo el abandono, y la entrega.
Hola v.
ResponderEliminarCreo que la perfección se ve en los hijos cuando se parecen a lo bueno que tienen sus padres.
Otras bondades suelen verlas mejor los de fuera.
Agradezco (mucho) lo de Hijo.
Me gusta la frase que he puesto en los anteriores comentarios, me la apunto recién bajada del servidor central:
humor para ver amor